Me causa curiosidad la velocidad mediática que tienen los haitianos, que acuden en masa a grabar y documentar, hasta el más mínimo indicio de conflicto entre República Dominicana y Haití. Obviamente, no es parte de un plan o de una conspiración trasnacional, es simplemente el desorden con orden que ha traído la globalización en la cultura haitiana.
Esto está haciendo que la diplomacia o política de relaciones exteriores de la República Dominicana se vea afectada en gran medida por la contundencia del mensaje del otro lado de la isla, que tiene suficiente peso narrativo, producto de lo indicado anteriormente. También debemos agregar la victimización histórica en la que está sumergida la nación haitiana, desencadenando episodios constantes que conducen a una fuerte y contundente protesta internacional ante los «supuestos opresores dominicanos, quienes con indiferencia han sumergido a la nación haitiana en una catástrofe de índole histórica», según algunos de ellos. Por ende, tenemos que empezar a entender que la situación haitiana se convertirá en un problema de mayor envergadura para el pueblo dominicano.
Ya que el problema haitiano no tendrá ningún desenlace inmediato, porque evidentemente, bajo mi criterio, no tiene una solución pacífica y mucho menos extranjera. El fin del problema del pueblo haitiano pudiera estar empezando en su más mínima expresión, con matices de una solución interna y de carácter «revolucionario», que no tendrá actores producto de una sociedad moderna, que diseñen un plan de contrapeso de poderes o de desarrollo democrático.
Sin lugar a dudas, la «revolución haitiana» está comenzando a través de mecanismos hostiles que generan riqueza; por lo tanto, no me sorprende que la delincuencia organizada sea la única institución ordenada en la sociedad haitiana, que demuestra capacidad intelectual acompañada de métodos represivos para organizarse con fines lucrativos. Poco a poco están construyendo un mecanismo de recaudación que conduce a la redistribución económica y social de la nación haitiana, generando una economía consolidada en actividades ilícitas, pero con consecuencias que tienden a construir una sociedad basada en el capitalismo salvaje.
Pudiendo generar un orden y una paz sustentada en dinero y violencia, que conduzca a la necesidad de legalidad para ser aún más lucrativo, como las viejas dictaduras latinoamericanas y como pasó con la mafia italiana con los casinos en Las Vegas, lo que costará mucha sangre y mucha inestabilidad social para dicho país, por lo tanto repercutiendo como una carga real y violenta en la República Dominicana, como sucede en la sociedad colombiana con el modelo de Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Por: Rafael Tapia